Libro de Manuel
Roland y Ludmilla formaban parte de un grupúsculo de guerrilleros urbanos. Entraban en los chalets del valle aprovechando las ausencias de su propietarios y manchaban ropa con lejía, desemparejaban calcetines y quitaban teclas de los ordenadores. En alguna ocasión fueron laxos con sus ideales y se llevaron botellas de vino y comida que no se vendían en los supermercados de sus barrios. Al primero que cogieron fue a Andrés, con una bolsa llena de puntas de corbata cortadas. En su condena por allanamiento y destrucción de propiedad ajena las aes habían sido sustituidas por guiones bajos.
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