Desaparecidos
La ciudad está empapelada con carteles que han ido perdiendo su color por los estragos del tiempo. Rostros de jóvenes sanos, desaparecidos. Apenas salgo en mi silla de ruedas porque cualquier contagio acabaría con mi vida. Después de tanto tiempo, al fin veo una luz que se cuela por la rendija de la desesperación. El teléfono suena después de mi ansiada espera. Son ellos, La Cofradía. Otra mosca ha caído en la red de la araña, dice una voz sardónica. Yo me río, pero sobre todo lloro, de culpa pero sobre todo de alegría.
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